Durante la temporada de cría, los pingüinos Adelia se concentran en la costa antártica, dejando abundantes excrementos ricos en nitrógeno, lo que ha despertado el interés de cientificos por su impacto ambiental ya que al parecer podrían contrarrestar el calentamiento global.
En una expedición científica realizada entre cerca de la Base Marambio, en el norte de la península antártica, un grupo de investigadores realizó mediciones de gases en el aire durante varias semanas, enfocándose en los niveles de amoníaco.
El dato revelador surgió cuando el viento provenía de una colonia ubicada a ocho kilómetros de distancia: en ese momento, las mediciones de amoníaco se elevaron drásticamente hasta 13,5 partes por mil millones, un nivel mil veces mayor al registrado cuando no hay influencia directa de los pingüinos.
La presencia de más de 60.000 pingüinos Adelia en época de cría elevó los niveles de amoníaco, generado por sus excrementos ricos en nitrógeno. Al combinarse con compuestos de azufre del aire, este gas formó partículas que favorecen la aparición de niebla o nubes bajas, un efecto que se mantuvo incluso tras el retiro de las aves.
Expertos aseguraron que aunque el impacto climático de este fenómeno podría ser limitado, entender estos procesos naturales es clave para evaluar con precisión los efectos humanos sobre el clima.
El estudio sugiere que, si se confirma que las colonias de pingüinos ayudan a formar nubes que alteran la radiación solar, su conservación podría tener un valor adicional por su posible rol en la regulación térmica de la Antártida.